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Propuesta para un nuevo agro nacional

 



Milcíades Ruiz


Gobernar un país es saber administrar un negocio social en medio de muchos problemas nacionales e internacionales. El agro es solo una sección del negocio nacional. Una de las llantas del vehículo que se llama Perú. Es el conjunto en su totalidad, el que tiene que funcionar óptimamente como una maquinaria integrada, en busca de la más alta rentabilidad social o, bienestar de la población. Entonces, No deberíamos ver al agro aisladamente, olvidándonos del conjunto.

Por ejemplo, hoy el dólar está subiendo porque hay déficit de esta moneda y solo se puede bajar ingresando más dólares al mercado. El café puede traer miles de millones para que nuestra moneda no se devalúe, pero como este producto no es tomado como un factor estratégico, se pierde esta palanca económica salvadora. Podemos ver entonces que el café, no es solo un asunto agrario. Casi todo es de exportación y está relacionado con otros sectores como comercio exterior y la captación de divisas.

Por esto, la administración estatal, tiene que manejarse con eficiencia social, pues toda gestión se juzga por sus resultados. Saber hacia dónde conducir el país, es fundamental. Eso nos da un rumbo, un horizonte de objetivos, estrategia y metas. Tras estos faros, todas las partes deben concurrir para lograr el éxito esperado. Es esto, lo que nos da la mística de trabajo, sabiendo los ideales patrióticos por los que vale la pena esforzarse. Si no hay horizonte, la desorientación ocasiona caos.

Dentro del neoliberalismo, establecer un rumbo no es posible, porque en este sistema el que manda no es el estado, sino el mercado. Pero el mercado no tiene patria, no tiene sentimiento humano y no le importa las desigualdades sociales ni el padecimiento de los desprotegidos. A los neoliberalistas, solo le importa, cuánto rinde el capital invertido en un negocio.

Esto es lo primero que tenemos que zanjar para conducir el país. O funcionamos siguiendo el interés social o, siguiendo los intereses de los neoliberalistas. Si optamos por lo primero, tenemos que encausar el mercado en función a los intereses nacionales. En este caso, es el Estado el que determina las reglas del mercado nacional, los márgenes de acción dentro de los cuales la inversión privada y la inversión extranjera puede actuar, conciliando beneficios.

Es la estrategia nacional de desarrollo, la que señala las prioridades y roles sectoriales. Dentro de ella, corresponderá al agro, lo que esa estrategia determine. Si no se sigue un esquema administrativo coherente con la estrategia, entonces seguiremos como hasta ahora. Una administración caótica en la que los ministros de cada sector no saben qué pauta seguir y todos los servidores públicos desconocen su misión.

Pero si tenemos claro hacia dónde vamos, entonces cada ministerio hace lo que le corresponde en la estrategia común, de la cual derivan las políticas de estado para cada sector como una plantilla única y estable. No como hasta ahora, que cada ministro hace lo que le parece. Lamentablemente, eso es lo que hemos tenido y tenemos, en el sector agrario. Si no hay una estrategia establecida, las políticas sectoriales dependen del criterio personal de cada ministro. Viene un nuevo ministro, pero con otros criterios, con otro grupo de confianza. El agro ha tenido hasta 4 ministros en un año. De este modo, nunca hay estabilidad en las políticas de estado y el sector agrario camina de un lado para otro, sin rumbo.

Así, por ejemplo, el PBI agrario sube o baja, no por la gestión del ministro, sino por lo que hacen los agricultores, siguiendo la campaña agrícola ya sea en año bueno o, año malo. Es que, muchas veces los ministros no conocen la problemática del sector, pues son nombrados, por repartija política solamente. Luego cuando aprenden algo, son cambiados. En estas condiciones, ¿qué podemos esperar del sector agrario?

Hay ministros que solo hacen cambiar de nombre al ministerio y luego se van. Le ponen Ministerio de Agricultura y Riego, como si el riego no fuese parte de la agricultura. Hoy tenemos Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego – MIDAGRO, nombre que distorsiona los conceptos. Peor aún, la eficiencia del ministerio es muy baja. En el 2020 no ejecutaron ni el 50% del presupuesto que se les asignó. Es decir: Ni teniendo la plata son capaces de cumplir con su labor y, mientras los campesinos sufren los desatinos de la política agraria, la burocracia desperdicia los recursos asignados al sector.

Es así, como se maneja nuestro sector de manera caótica y a “río revuelto, ganancia de pescadores”. Llegó el ministro Klimpper que era un distribuidor de insecticidas pero que incursionaba en el negocio de la agroexportación por ser más rentable. Usó el cargo para sacar la ley supuestamente de promoción del sector agrario, pero que en realidad era para dar mayor rentabilidad a los agroexportadores. Su empresa agroexportadora se agigantó con ello y abrió su cuenta en un paraíso fiscal.

Pero esta forma de gobernar un país, genera muchos males sociales. Los que gobiernan viven mayormente en la capital, en las grandes ciudades, donde están sus negocios. Su visión es solo urbana. Se preocupan en tener lo mejor en su lugar de residencia, sin importarles las provincias, la serranía, la selva. Entonces, el progreso del país se orienta más a lo urbano que a lo rural.

MILCIADEZ RUIZ

Como consecuencia de ello, tenemos un desbalance abismal entre lo que es la sociedad urbana de gran dinamismo económico, político, social, cultural, tecnológico y; a la inversa, la sociedad rural atrasada, pobre y sin futuro para la juventud. Este desbalance ocasiona migración obligada, despoblamiento rural, congestión urbana de toda índole, pugna por el empleo, etc.

Con esta mentalidad se viene tratando la reactivación económica en la pandemia. Los que más tienen, han recibido fondos subsidiados hasta por S/10 millones de Reactiva Perú. ¿Cuánto ha recibido el agro, en comparación con el área urbana? Ha pasado un año, ya se terminaron las cosechas y el fondo FAE agrario todavía no llega al campo. Y de llegar, los campesinos no califican porque es solo para empresarios.

En estas condiciones, la economía rural pierde dinamismo y rentabilidad. El valor de la hectárea de tierra cae a niveles bajísimos y nade quiere comprar tierras para invertir en el agro porque no hay rentabilidad. Así, el patrimonio campesino, no vale nada. Ni su casa ni su chacra. Si el agro fuera rentable, el valor patrimonial campesino se elevaría como garantía crediticia y como herencia familiar.

Entonces nos encontramos en esta situación de desvalorización de los negocios rurales por falta de rentabilidad. El neoliberalismo dice: “Lo que pasa es que los agricultores peruanos no son competitivos”. Pero lo que no son competitivos son los precios y no la capacidad campesina. Pongamos a trabajar un gringo y un campesino peruano en las mismas condiciones y veremos quien rinde más. No se trata solamente de la condición campesina sino de un mal manejo del negocio nacional. De nada sirve adquirir tecnología para ser competitivos si con ello aumento la oferta que hace caer los precios. Es un asunto de manejo de mercados.

Todos los países tienen los dos lados de la balanza: Ciudad y campo. Pero, en equilibrio diferente. En Europa hacen el contrapeso destinando gran parte del presupuesto a desarrollar el área rural (PAC- política agraria común). Construyen hospitales, universidades, servicios rurales y le dan de todo al ámbito rural para evitar el desbalance.

Fíjense ustedes en lo siguiente:

Cuando los campesinos tienen disponibilidad de recursos, le compra a la bodeguita del pueblo, al semillerista, al comerciante de fertilizantes. Comprainsecticidas, herramientas, envases, máquinas, equipos, ropa y zapatos para la familia, cuadernos para los hijos, medicinas y hasta se toma sus tragos dando a ganar a las fábricas de bebidas. Es decir, mueve la economía local y también la de las empresas proveedoras de insumos que, siendo urbanas, dan empleo a mucha gente.

En cambio, cuando el agricultor carece de recursos por falta de rentabilidad, pierden también todos los proveedores al no tener ventas, teniendo que despedir personal. Por falta de rentabilidad, los niños campesinos van descalzos a la escuela y esposas e hijos trabajan en la chacra sin remuneración porque la plata no alcanza para pagar peones.

Esto que sucede en un pueblo rural, sucede en todo el territorio nacional, lo cual hace al agro un sector de enorme importancia como dinamizador de la economía nacional si es que adquiere liquidez monetaria. Dar capacidad de compra a los agricultores genera la más alta demanda nacional de bienes y servicios, lo que estimula la producción industrial y el empleo urbano. Esto, que lo vivimos a diario en el interior de los valles agrícolas, es desconocido por los gobernantes.

Ni siquiera los mejores analistas y estudiosos de la realidad peruana se han dado cuenta que la riqueza del agro es más grande que la minera. Las minas se acaban, el agro no. La minería de gran escala deja daños de gran escala a la ecología rural. El agro, regenera vida. El agro da empleo masivo, la minería no. Por ejemplo, la palma aceitera se cultiva en la selva de San Martín, Ucayali, Loreto y Huánuco, generando más 17.000 puestos de trabajo directos y 25.000 indirectos. No hay empresa minera que supere esta capacidad.

Ahora, atención a lo que dice el Centro de Investigación de Economía y Negocios Globales de ADEX: Solamente en el sub sector agroindustrial, ligado a la agroexportación (que, no llega ni al 1% de propietarios), en plena pandemia, en los 4 primeros meses del año, ya generó 138,533 empleos directos (20.810 empleos más que el año pasado). Empleos indirectos: 59,133 y empleos inducidos 236,313, lo que hace un total de 433.979 empleos. (65.192 empleos más, que el año pasado). Esto, no lo hace la minería.

Pero, además, la riqueza que genera el campesinado se queda en el país. En cambio, la gran minería se lleva la riqueza al extranjero recuperando su inversión y, dejando para el país solo sus escorias y carroñas tributarias.

Es muy distinto el proceder de los países desarrollados que dan al sector rural las compensaciones que evitan la migración, a la vez que preservan la seguridad alimentaria, para no depender de importaciones. Pero mientras ellos subsidian a su agricultura, en nuestro país hablar de subsidios es una herejía.

Estos días, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) integrado por 43 países, dio a conocer que sus miembros y otros, otorgan US$ 540.000 millones anuales en subsidios al sector agrícola: el 40%, o sea, 202.000 millones de dólares se destinan al apoyo a los productores, y el 60% (US$ 338.000 millones) se destina a la competencia desleal distorsionando precios.

Estas distorsiones son las que arruinan a nuestros agricultores y nos llevan a importar maíz, papa, trigo, leche y otros productos agropecuarios, al no poder competir con estos precios subsidiados en sus países de origen. Así, el agricultor peruano queda fuera del mercado, teniendo que abandonar esos cultivos. Nadie puede ser competitivo si hay trampa en el mercado. Esto lo saben los gobernantes, pero priman los intereses neoliberales. Son muy pocos los que todavía siembran algodón y maíz. Si lo hacen, es por necesidad, pero solo para sobrevivir comiendo menos.

Resumiendo: Lo dicho grosso modo, sobre las malas prácticas de gobierno, ya nos da una idea de lo que deberíamos hacer para cambiar de situación. Esto es, proceder de manera contraria a lo que se ha venido sucediendo en cuanto a políticas de estado con relación al agro. No obstante, podríamos puntualizar algunas actividades concretas.

1. Podemos rentabilizar la producción agropecuaria, con un programa de subsidios tecnológicos a la asociatividad campesina para la producción en escala, de alta productividad, concediendo bajo supervisión técnica, semillas de alto rendimiento, fertilizantes orgánicos como los fosfatos que tenemos en las canteras y otros, fármacos bajo receta especializada, cultivadoras mecánicas para reemplazar la chaquitaclla prehispánica. Es lastimoso ver a las madres campesinas en las rudas labores agrícolas cargando sus bebes en la espalda. Estos subsidios tecnológicos, reducirán los costos para el campesino y dejarán margen de rentabilidad, que compense el subsidio que el campo otorga a la ciudad con precios bajos. Esto y los subsidios a programas de apoyo indirecto como son instalaciones diversas, investigaciones, capacitación financiera comercial, y otros, le darán competitividad al productor agrario nacional.

2.     La ganadería nacional provee carne, leche, cueros, lana. La mayor cantidad de tierras son de pastoreo, pero esta capacidad instalada no es aprovechada óptimamente como factor de desarrollo. Bien se podría hacer un programa de canje de ganado de baja calidad con ganado de alta productividad en ovinos, porcinos y, bovinos. Por cada ejemplar de ganado chusco que entreguen los campesinos de las zonas pobres, se les entregaría un reproductor de alto rendimiento. En vacunos, podemos hacer canje con ganado Brown Swiss que se adapta muy bien hasta en las alturas de Puno. En los países ganaderos como Nueva Zelanda, hay una inmensa cantidad de ganado de alta calidad que va al matadero por exceso y que podríamos aprovechar.

3.     La economía funciona sobre la base de circuitos muy diversos. No es igual la economía del café, que la del arroz, ni de la caña de azúcar, de la papa o, maíz. Es necesario federar todos los agentes económicos de cada circuito económico rural. La calidad competitiva empieza desde las siembras y en cada etapa del proceso hasta el consumidor. A todos los de la cadena económica les conviene mejorar su oferta, pero no deben trabajar aisladamente. Hay que compartir el negocio de manera equitativa.

He reunido a los agentes económicos del café y los exportadores estaban dispuesto a gravarse con un porcentaje para crear un fondo de productividad sin depender del estado. Como gerente de organización de la ONA he organizado gremios nacionales por la línea de cultivo y de crianzas, con capacidad económica propia, logrando mantener precios rentables en cada rubro. Para los productores agrarios los precios son los salarios porque determinan sus ingresos familiares. Pero cada circuito económico tiene su propia problemática y sus intereses particulares. Es así como se debe trabajar la economía de la papa, la economía del maíz, etc. El enfoque económico debería ser el eje de la política agraria.

4.     La agroindustria es muy sencilla. Por ejemplo, los productores de maíz pueden incursionar en la industria de alimento balanceados para forrajes diversos. Tienen la materia prima y en vez de vender la cosecha a precios bajos, bien podrían empezar con un molino y su propia marca en los envases. Eso es todo. Los arroceros reciben S/. 0.70 por kilo de arroz en cáscara. Los molineros venden la cáscara quemada (pulitón) que en el mercado se vende a S/. 1.80 el kilo, precio superior al que recibe el productor por el grano en chacra. Plantas pequeñas de procesamiento agrícola y ganadero hay en gran variedad. Pero igual tenemos potencialidad en fibras vegetales, licores, lácteos, turismo agrario, etc. Una pequeña planta cooperativa, procesadora de leche en cada valle, podría liberar a los ganaderos del abuso de Gloria S, A. Solo hay que organizar el circuito económico. Son las cadenas económicas endógenas las que hay que promover, ya que las cadenas productivas trabajan para afuera.

5.     Manejo del mercado interno y de las importaciones para garantizar precios equitativos es de suma importancia. Hay que trabajar con miras a la sustitución de importaciones en materia alimentaria. Decimos que somos país originario de la papa y del maíz, pero es una vergüenza que los estemos importando. Sembramos maíz con semilla que nos vende Brasil y Bolivia. Importamos alrededor de 4 millones de tm anuales. Hasta la quinua estuvo a punto de importarse.

6.     Un instrumento clave del desarrollo agrario es restablecer la banca de fomento. Hoy tenemos el Agrobanco que no es de fomento sino de “desarrollo”, nombre con el que se disimula su carácter de banca comercial. La prenda agrícola como garantía de crédito ha sido la palanca de la más grande cobertura crediticia que tuvo el agro en toda su historia. Esta experiencia hay que restablecerla.

Hay mucho que decir sobre lo que se debe hacer y no, como política de estado con relación al agro, pero me he extendido demasiado. Solamente, quero señalar lo importante que es la edificación de la institucionalidad agraria en concordancia con una nueva política agraria. De parte de los productores se tiene que trabajar sobre un nuevo tipo de organización acorde con las condiciones actuales.

Ya no más un gremio estéril que solo se lamenta, que solo actúa por desesperación esporádicamente. La economía agraria es permanente. Se hace necesario una institucionalidad de productores agrarios con capacidad de negociación frente a intereses contrarios. Esto significa crear poder agrario para luchar de poder a poder. No tenemos en el sector, una institución de defensa e influencia como la tienen los productores urbanos. Una institucionalidad similar a la urbana, representativa de la economía rural, con influencia política, podría ser un escudo de protección para el desarrollo agrario nacional.

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