Las organizaciones terroristas que hoy se perfilan en bajo perfil se encuentran al acecho, se reorganizan, se preparan, esperarán quizás a quien les financie las acciones y dónde, pero si han aprendido que no estamos listo como sociedad mundial para enfrentar un ataque bioterrorista de cualquier nivel.
Resumen
La COVID 19 ha estremecido al mundo. No tiene rostro, ni ideología, no diferencia las clases sociales, ni credo, ni sexo, ni raza o etnia; por lo tanto es un problema a enfrentar con seriedad de conjunto por la humanidad. Sin embargo, aún estamos muy lejos de concientizar ese estadío utópico de solidaridad global, libre de signos políticos. No bastan los esfuerzos aislados por parte de algunos países, aunque sin duda, merecen respeto quienes la practican.
Las acciones de algunos países colocan el mercado por encima de la salud del ser humano, atentan contra el cuerpo y la psiquis, provocando temores, terror y pánico, flagelando las grandes masas como si vivieran un terrorismo que sus propios estados propician.
El fenómeno de la “infodemia” multiplica esas prácticas en el contexto de la pandemia. Se trata de palabras, frases, informaciones que pretenden desinformar y llenan la mente de las personas, influyen en sus procesos cognitivos, afectivos y volitivos, propiciando la desesperación y el pánico ante la información sin dosificación y en muchos casos falsa.
En general ha resurgido con más claridad durante la pandemia el Malthusianismo, pueblos enteros sufren esta política practicada en momentos de fenómenos significativos para la sobrevivencia de los seres humanos. A esta práctica también se le puede llamar un terrorismo de estado hacia adentro y este particular merece un llamado de atención para prever escenarios futuros, y por otro lado tener presente el acecho de grupos terroristas observando las vulnerabilidades de la actuación de los gobiernos.
Palabras claves
Pandemia, terrorismo, bioterrorismo, terrorismo de Estado, infodemia.
Introducción
El mundo entero se preparaba para las Olimpiadas en Tokio, una fiesta de amistad que cada cuatro años disfrutamos por las competencias variadas y llenas de alegría y solidaridad. De un día para otro la vida cambió para todos los países del orbe: apareció una pandemia que detuvo el tiempo, se perdieron relaciones, se congelaron otras, resurgió el egoísmo en algunos escenarios y se desencadenó un pánico que hoy, después de más de cuatro meses, no ha cambiado.
En este difícil contexto, varias valoraciones de algunos académicos, se dirimen en buscar y construir culpables, en lugar de evaluar el desarrollo de la pandemia, o el comportamiento de los gobiernos de cada país, o grupo de países, así como organismos que responden por la salud y la posición de otros multilaterales. Si bien es cierto que se ha hecho evidente la incapacidad de los países desarrollados para enfrentar una crisis sanitaria universal que se comporta en muchos lugares como una especie de terrorismo hacia lo interno obviando las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
El nuevo coronavirus con su enfermedad la COVID 19, ha penetrado en la consciencia individual y la social describiendo un cuadro inverosímil de la sociedad mundial: los pueblos se tornan sombríos, los gobiernos en la lucha por comprender lo ocurrido se olvidan de la cooperación, unos por egoísmo, otros por insuficiente preparación para este tipo de fenómeno. Se trata de un pánico inducido para generarse desde dentro a la propia población, cuestión que ha sido significativa en varios países, ¿Estaremos ante una nueva modalidad de terrorismo? En cualquier caso, se ha generado un clima de terror que tendrá efectos insospechados.
Se exponen por políticos y científicos diferentes criterios sobre el nuevo coronavirus, presentando al mundo dos vertiente, la primera que el nuevo coronavirus se ha desarrollado solo como enfermedad , la segunda que ha sido creada en laboratorios, es difícil definir la verdadera historia, el tiempo futuro lo dirá.
Por otra parte, también hay un cuadro más esperanzador. Hay gobiernos que luchan, se organizan o lo intentan. Son pocos, pero se comportan como hermanos, porque esta pandemia no tiene ideología distinta, posee una sola, el credo de que unidos podemos más ante un problema mundial que afecta a todos los seres humanos.
La pandemia COVID-19
Desde que la humanidad existe, el hombre se ha enfrentado a grandes pandemias que han amenazado la seguridad y su supervivencia. Las pandemias a través de la historia, provocaron pánico e inseguridad en las personas y Estados que casi han colapsado por los efectos de grandes enfermedades.
La viruela ocurrida a.n.e., los científicos le atribuyen la mayor cantidad de muertes, más de 300 millones, y otro de sus brotes más severos ocurrió en 1520 con 56 millones de muertos.
Una de las más famosas fue la peste negra con varios brotes a lo largo de la historia. Se dice por los investigadores que una de la más aterradora ocurrió en la edad media, donde murieron más de 200 millones de seres humanos entre 1347 y 1351.
La gripe española, aparecida en los Estados Unidos de América (EUA) y después trasladada a Europa, a través de los soldados estadounidenses ocasionó la defunción entre 40 y 50 millones de personas.
El VHI/SIDA descubierta en EUA, desde 1981 ha ocasionado el deceso de alrededor de 35 millones de personas, problema que en algunos países del mundo están cerca del 50% de su población.
Hoy enfrentamos la COVID 19, pandemia que abarca ya 185 países del orbe, están infestados hasta el 22 de mayo del 2020 5,1 millones de personas y han muerto 333,000 seres humanos, en solo casi cinco meses[1]. ¿Llegaremos a millones de fallecidos? No lo sabemos, lo que sí está claro que mientras continúe el egoísmo, la falta de unidad de acción y la solidaridad internacional, el mundo será más desolado y el rumbo hacia la solución más incierto.
El Movimiento de países no alineados (MNOAL) y el CARICOM han hecho un intento por lograr esa unidad y solidaridad y definir acciones prácticas, estos representan a muchos de los países menos desarrollados. Seguir sumando a través de otros organismos multilaterales debe ser la tarea de orden.
Este coronavirus a diferencia de otras pandemias tiene entre sus rasgos distintivos que su brote no esta relacionado con guerras o como consecuencia de ellas; sin embargo sus resultados si pondrían al mundo al borde de una confrontación global o regional. Los desastres en los mercados, la inseguridad nacional, regional y mundial, el elevado nivel de desempleo y su despunte desbastador en la gobernabilidad y consecuencias geopolíticas, son las diferencias que le distinguen de otras grandes pandemias en la historia.
Es importante hacer referencia a teorías conspirativas que de una forma u otra reflejan el pensamiento de la comunidad académica y la práctica de los políticos a nivel mundial. Una de las teorías que más se está divulgando sobre los posibles motivos de la aparición de esta letal enfermedad es la idea de una guerra biológica que alguna superpotencia mundial, como EE.UU. China, o Rusia podrían haber desplegado, dada las posibilidades que tienen para desarrollarla. En esa narrativa se involucran también algunos países de la Unión Europea, con el objetivo de desarrollar sus objetivos geopolíticos y económicos a escala mundial.
Este tema está ligado a la “infodemia”[2]. Está demostrado que el exceso de información tiene siempre una intencionalidad oculta, provoca diferentes estados de ánimos, estrés, estados de ansiedad y hasta pánico.
Este fenómeno propició múltiples discursos por los excesos de información, muchas veces tergiversadas e influyentes en la psiquis de la gente, sería interesante conocer cuántos personas han muerto, por suicidios, violencias, feminicidios, cuantos han sufrido el miedo y caídos en el pánico.
La psiquis ha sido atiborrada, los procesos cognitivos, afectivos y volitivos se han alterado gracias a la sobreexposición informativa, las personas sufren el terror, por lo que podríamos declarar, dada las circunstancias presentadas un proceso de información-desinformación con fines terrorista.
Conscientes de ello la OMS de conjunto con la OPS consideró pertinente emitir un documento para poder ayudar a comprender a aquellas personas que tenían la COVID-19, así como otros fenómenos que sin lugar a dudas se desencadenarían con la pandemia; en este se precisa:
“Minimice el tiempo que dedica a mirar, leer o escuchar noticias que le causen ansiedad o angustia. Busque información únicamente de fuentes confiables y principalmente sobre medidas prácticas que le ayuden a hacer planes de protección para usted y sus seres queridos. Busque actualizaciones de la información una o dos veces al día, a horas específicas. El flujo repentino y casi constante de noticias acerca de un brote epidémico puede hacer que cualquiera se sienta preocupado. Infórmese sobre lo que en realidad está sucediendo, no escuche los rumores y la información errónea. Recopile información a intervalos regulares, del sitio web de la OMS, el sitio web de la OPS y de las plataformas de las autoridades nacionales y locales de salud, a fin de ayudarle a distinguir los hechos de los rumores. Conocer las informaciones fiables pueden ayudar a minimizar el miedo”.
Como se puede apreciar la contraparte de la infodemia, la info- vacuna, era necesaria y estos organismos han ayudado a sobrepasar el primer impacto sobre la base de una orientación adecuada, con el balance necesario de la realidad de la pandemia y las fuentes consultadas. Desafortunadamente esto no es suficiente, la avalancha informativa y su generación a través de las redes es indetenible.
Este tema está muy relacionado con la capacidad de infundir pánico, aprovechando a la propia población para inducirlo desde dentro, cuestión que ha sido significativa en varios países, ¿Estaremos ante una nueva modalidad de terrorismo?
El Terrorismo y el nuevo coronavirus
La conceptualización del terrorismo no está acabada por ningún organismo multilateral, ya sea mundial o regional, los académicos y políticos, lo ven en su mayoría como un problema muy estrecho, sin tener en cuenta, tanto en uno como en otros, que es un fenómeno transdiciplinario, y en otros casos priman los intereses.
La resolución 51/210 aprobada el 16 de enero de 1997 en la ONU, fue la más cercana a una conceptualización de ese organismo “reitera que el terrorismo son los actos criminales encaminados o calculados para provocar un estado de terror en el público general, un grupo de personas o personas particulares para propósitos políticos; es considerado un acto injustificable en cualquier circunstancia, cualquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, raciales, étnicas, o de cual otra naturaleza que puedan ser invocadas para justificarlos”.
Más adelante las resoluciones siguientes hasta el 2001 se caracterizaron, primero: prácticamente la mayoría de las resoluciones llevan por título “Medidas para prevenir el terrorismo”; sin embargo la acción de prevenir está en la creación de diferentes instrumento para evitar estas acciones violentas y realizar propuestas de sanciones, las cuales se hacen efectivas contra países de poca influencia en las relaciones internacionales y que al mismo tiempo presentan menor poder universal.
Segundo, la resolución 1267 del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas creó una primera herramienta antiterrorista en 1999, que fue el Comité 1267 un órgano del Consejo. Este Comité ejecutaba y verificaba la aplicación de sanciones, decretadas por esta resolución, pero la limitación consistía en que se concentraba a personas y entidades, al Talibán y Al Qaeda, enumeradas en una lista específica.
Después del 11 de septiembre de 2001, las resoluciones y otros documentos se presentan de la siguiente forma:
-Se crea por este órgano el Comité Contra el Terrorismo encargado de velar por la implementación de las disposiciones de la resolución creada al efecto.
-Actuar contra los grupos y organizaciones terroristas no vinculadas con Al Qaeda ni con los talibanes.
- Penalizaciones y represión de la incitación a cometer actos terroristas.
- La lucha contra el terrorismo se ha vuelto una de las preocupaciones más importantes de las Naciones Unidas, especialmente del Consejo de Seguridad (CSNU), que ha adoptado varias resoluciones en la materia. Por ejemplo, la resolución 1373 que desde entonces constituye el criterio principal con el que se evalúan el respeto de las obligaciones y la cooperación de los Estados.
A pedido del Consejo de Seguridad, el Secretario General estableció un equipo de apoyo analítico y de vigilancia (“monitoring team”) que asiste al Comité. Dicho equipo está compuesto por expertos en contra-terrorismo y efectúa visitas en el terreno realizando, de forma autónoma o solicitado por el Consejo de Seguridad, análisis y recomendaciones sobre temas generales o particulares. El Comité 1267 trabaja en estrecha colaboración con la Interpol.
Luego del 11 de septiembre de 2001, la resolución 1373 del Consejo de Seguridad creó un nuevo organismo subsidiario, el Comité Contra el Terrorismo (CCT), encargado de velar por la implementación de las disposiciones de esta resolución por parte de los Estados.
Por lo tanto como se puede apreciar en las resoluciones u otro tipo de documentos de la arquitectura de las Organización de Naciones Unidas no está definido con claridad el concepto de “terrorismo”. Es algo discordante que se combata un fenómeno mundial sin definirse que significa.
Sin embargo, a diferencia del tratamiento que se le da al terrorismo en la ONU, en otros organismos multilaterales de relevancia, se es más específico y concreto, actuándose en algunas regiones de una forma coordinada y con resultados más grupales e interconectados. Esto ocurre porque están más cerca del fenómeno, pero se pierde la influencia global.
Se destaca en el análisis la cultura de afrontamiento al flagelo terrorista. Los países occidentales presentan su estrategia y táctica unido a un contraterrorismo identificado en ocasiones con prejuicios étnicos y religiosos, sin embargo, hacia el oriente se inclinan más a manifestaciones del extremismo y separatismo.
Por ejemplo, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) define el terrorismo como: “… cualquier acto reconocido como una ofensa en uno de los Tratados listados en los Anexos de esta Convención (de ahora en adelante: el Anexo) y como se define en este Tratado.
b) Cualquier otro acto que se intente para causar muerte o seria lesión corporal a un civil u otra persona que no participa activamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado o para causar daño mayor a cualquier institución material, así como organizar, planear, sufragar y alentar dicho acto, que por su naturaleza o contexto es intimidar a la población”.
La Unión Europea (UE) después de varios años y considerando algunos conceptos como los de Alemania, Francia y el Reino Unido definió a través de La Directiva (UE) 2017/541 relativa a la lucha contra el terrorismo; coadyuvó a la adaptación de la legislación comunitaria para luchar contra el terrorismo, a partir de la consideración de que las amenazas terroristas se habían incrementado, introdujo medidas de protección, apoyo y asistencia a las víctimas.[3]
Entre su puntos clave se halla la definición del delito de terrorismo, consistente en: “intimidar gravemente a una población; obligar indebidamente a los poderes públicos o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo y desestabilizar gravemente o destruir las estructuras políticas, constitucionales, económicas o sociales fundamentales de un país o de una organización internacional”.
Asimismo establece como delito terrorista la intencionalidad en la dirección de un grupo terrorista; la difusión de mensajes que inciten por odio, glorifiquen a terroristas; capten a otras personas para acometer actos; adiestrar y recibir adiestramiento (fabricación o utilización de explosivos, armas de fuego o sustancias peligrosas); efectuar viajes dentro o fuera de la Unión Europea para fines terroristas; organización o facilitación de estos, incluidos el apoyo logístico o material y la aportación o recaudación de fondos con ánimo de que se utilicen o con conocimiento de que se vayan a utilizar con fines terroristas.
El continente africano, uno de los que ha experimentado más sostenidos y extendidos actos terroristas, anticipó estrategias, definiciones y medidas para combatirlo. Por esa razón, las principales organizaciones e instituciones africanas han adoptado normativas que propenden, en su mayoría a sancionar a los perpetradores del terrorismo, con independencia de su filiación, religión, nacionalidad y características.
A pesar de sus esfuerzos, África no ha podido por sí misma, erradicar el flagelo terrorista y se adapta, casuísticamente, a los requisitos impuestos por las misiones emitidas en las Naciones Unidas (donde constituye un promotor de primera línea) o a los grupos ocasionales creados para combatir el terrorismo. El seguimiento al problema y los acuerdos adoptados reflejan la intención, construyen asociaciones casuísticas, pero no están en capacidad de prevenirlo.
Desde la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) a la fecha, se ha abordado el terrorismo con un carácter menos restrictivo que en los tradicionales documentos de la OEA, en particular, en las declaraciones políticas, especiales, comunicados y planes de acción.
Lo anterior se ejemplifica con singularidades abordadas en la declaración política de Punta Cana, República Dominicana, en enero de 2017 cuando las partes reiteraron “su profundo rechazo a todo acto de terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, incluyendo su financiamiento, cualesquiera sean sus motivaciones, donde quiera y por quien quiera lo haya cometido, así como nuestra preocupación por el extremismo violento que puede conducir al terrorismo”; propugnaron el uso pacífico de las telecomunicaciones y comunicaciones (TICs), como las que tienen como objetivo subvertir sociedades o crear situaciones con el potencial de fomentar conflictos entre Estados; rechazaron la aplicación de medidas coercitivas unilaterales contrarias al derecho internacional, incluyendo las listas y certificaciones que afectan a países de América Latina y el Caribe y la decisión de fortalecer la cooperación para reducir y prevenir la violencia proveniente del delito”. [4]
Sin embargo, desde la última década del siglo XX hasta la fundación de instituciones de colaboración o integración como la CELAC y el ALBA-TCP, en nuestro continente prepondera la concepción de que el terrorismo es un problema estrictamente delictivo, atentatorio contra la democracia representativa. Sin embargo, las manifestaciones terroristas en nuestro continente también experimentan otras, que son omitidas por los documentos mencionados –como es el caso de los intentos y golpes de Estado o las guarimbas y los ataques fronterizos contra países como Venezuela, Nicaragua y el golpe de estado en Bolivia -. Tampoco abordan la ampliación de agencias o instituciones, ocultan la presencia de homólogas más poderosas provenientes de EUA, como la USAID, la NED o la CIA, que en el último decenio han incrementado su acción terrorista de Estado contra determinados países.
Conforme a la ley de los Estados Unidos (22 U.S.C. 2656f (d) (2) el terrorismo es definido como «violencia premeditada y con motivaciones políticas perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos subnacionales o agentes clandestinos, generalmente con la intención de influenciar una audiencia» La definición jurídica que el gobierno de Estados Unidos de América le da al terrorismo excluye a los actos realizados por Estados reconocidos.
Según el profesor Mark Selden[5], «Los políticos estadounidenses y la mayoría de los científicos sociales excluye de la definición las acciones y políticas de Estados Unidos y sus aliados» como terrorismo. El historiador Henry Commager[6] escribió que «incluso cuando las definiciones del terrorismo abarcan el terrorismo de Estado, las acciones de un Estado en está área tienden a ser vistas en el prisma de la guerra o la autodefensa nacional, no como un acto de terror».
Como se puede apreciar en el recorrido desarrollado por todos los continentes, la concepción del terrorismo no corresponde a la realidad del mundo que vivimos, se determina como acciones, otros lo definen como tácticas, pero no van a la esencia de este flagelo mundial que cobra miles de vida en el mundo entero.
Hoy debemos desarrollar una plataforma transdisciplinaria que nos permita comprender el terrorismo como fenómeno cada vez más sutil, y su definición en tal sentido. Por lo tanto, esta plataforma constituye la base científica que sustenta el terrorismo como tal, en tanto provoca alteraciones en las diferentes esferas de la psiquis( cognitivas, afectivas y volitivas) y provoca daños psicológicos en los distintos componentes de la personalidad, modificando los proyectos de vida , sus metas, su carácter, sus actitudes, intereses, necesidades, ideales, comportamiento, valores, juicios ,criterios.
Al valorar las diferentes ideas que se han estudiado sobre el terrorismo podemos decir que este constituye un “Conjunto de acciones múltiples violentas de formas públicas o encubiertas con factores variados y actores iguales o disímiles, los cuales emplean métodos y vías diversas sobre la base de una plataforma transdisciplinaria para lograr la transformación de los procesos psíquicos ( cognitivo, afectivo y volitivo) y conseguir el pánico en las personas, con objetivos políticos, económicos o doctrinarios preconcebidos, que no responden a las necesidades de las grandes masas desposeídas, sino a grupos influyentes, que actúan al margen de la ley nacional, regional o global”[7].
Hoy el terrorismo ha mutado, porque su acción se ha multiplicado en diferentes formas que propician mayores dificultades en su combate, esto debe considerarse por la complejidad de la globalización del desarrollo científico y tecnológico.
El terrorismo de Estado es el caso de mayor presencia. La concientización de este tipo de terrorismo por líderes y grupos de poder ya es una práctica común, lo cual repercute en el presente y futuro como un peligro en la arquitectura de las relaciones internacionales, donde los países menos desarrollados son los que más sufren este flagelo.
Esta definición se presenta de forma integral, pero existen diferentes manifestaciones de ese terrorismo y podríamos mencionar dos que, con sus matices, pueden relacionarse con la pandemia del nuevo coronavirus que azota al mundo: el terrorismo de Estado asociado en primer lugar al bioterrorismo.
El nuevo escenario que se despliega frente al brote de la COVID 19 pone de manifiesto que una pandemia representa una amenaza significativa para la seguridad mundial. Los gobiernos del mundo se encuentran frente a una situación de premura, y las medidas tomadas hasta hoy no son las suficientes como tampoco estamos aptos contra futuros cataclismos.
La ansiedad ante la incertidumbre, el miedo y el pánico son manifestaciones que reflejan también una especie de terror, el cual, aunque se ha manifestado de forma masiva en el contexto de la pandemia de la COVID 19 y continúa su derrotero infausto en prácticamente todas las regiones del mundo. Esto nos coloca en los más oscuros escenarios de seguridad mundial.
Es así que, el terrorismo hacia el interior de algunos países se ha promovido. En tal sentido vale la pena recordar la teoría demográfica del Malthusianismo, desarrollada por el economista británico Thomas Malthus (1766-1834) durante la revolución industrial, según la cual el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética. Por esta razón, de no intervenir obstáculos represivos (hambre, guerras, pandemias, etc.), el nacimiento de nuevos seres aumentaría la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción -lo que se ha denominado catástrofe malthusiana. Frente a la COVID 19 muchos países han sufrido este enfoque. De alguna manera la situación en España, Italia, Brasil, Ecuador y Estados Unidos ha evidenciado esta realidad.
En ese sentido debemos reflexionar sobre la atención hacia la propia solución interna por parte de los estados para enfrentar la pandemia. En muchos casos se ha puesto de manifiesto la supremacía del mercado por encima de la salud del ser humano; lo cual a su vez se ha visto relacionado con la insuficiencia de materiales y posibilidades de ingreso, la privatización de los servicios de la salud, la situación de los ancianos. De manera que también entonces estamos en presencia de una forma de autoterrorismo nacional, donde el pánico, miedo, desesperación son procesos que se han exacerbado.
Al mismo tiempo ¿Cómo se puede justificar las sanciones y bloqueo económico, comercial y financiero de varios países del mundo de elevado desarrollo contra otros que luchan contra la misma pandemia? La solidaridad es la que debería primar, no el nacionalismo a ultranza y el castigo sin razón alguna en medio de una pandemia que no tiene ideología, ni clase social. La continuidad de estas sanciones se puede catalogar como un nuevo tipo de terrorismo de Estado. Este intento de supremacía hegemónica en el orbe escapa a todas las doctrinas éticas y se corresponde de alguna manera con la guerra biológica que amenaza la seguridad nacional de los países y su gobernabilidad.
Por otra parte, algunos escritores e intelectuales han reflexionado sobre cómo entender que, en el contexto de la pandemia, las tiendas de armamentos de EUA hayan quedado desabastecidas con más rapidez que en las farmacias los medicamentos. El acaparamiento de productos de todo tipo ha sido una práctica sistemática en estos días. Se puede pensar entonces que con el armamento defenderían sus productos de los miles de hambrientos que cada día florece de ese país; otra manifestación de terrorismo doméstico que se presenta con esta pandemia, amparado en la Segunda Enmienda de La Constitución estadounidense.
Por otra parte, la pandemia ocasionada por la COVID-19 también ha sido una escuela, en este sentido, para organizaciones terrorista. Esto ha podido apreciarse en dos direcciones: la doctrinal y la pragmática. La primera esta dirigida a explicar sobre la base de la Fe el por qué de la pandemia según la cosmovisión de los libros rectores religiosos. La segunda está referida a la proyección de los movimientos hacia donde existe la enfermedad. En general, consideran que esta pandemia y su desarrollo o no, está en manos de dios.
No debemos ser ingenuos, la amenaza de declarados grupos terroristas está latente, aunque en un perfil más bajo de ejecución de ese tipo de actos. Por una parte, porque los medios están volcados a los temas de la Covid-19 y no reflejan con la misma intensidad y frecuencia las tradicionales manifestaciones de este tipo de actos. Pero por otra parte se observa un nivel de reorganización de los grupos tradicionales en torno a la emergencia sanitaria.
El Estado Islámico, en enero en su revista “Al Naba” hablaba de un "nuevo virus que propaga la muerte y el terror en China" puntualizando que la epidemia era un "castigo de Dios" por los abusos cometidos por el gobierno Chino a las minorías musulmana, los uigures.
En un artículo posterior, cuando el coronavirus ya estaba empezando a golpear Europa, el grupo terrorista aconsejó a sus milicianos "sanos no entrar en la tierra de la epidemia" y a aquellos que estuvieran enfermos a "no salir de ella". Igualmente, defendían que la "plaga" era un "tormento enviado por Dios". Y para reforzar este mensaje, publicó incluso una infografía en la que advertía sobre cómo protegerse frente al contagio[8].
En este escenario los grupos terroristas se encuentran estudiando las acciones y los errores en los países de interés, mientras aprenden y se preparan. No sabemos si podrán incorporar y desarrollar la práctica del bioterrorismo, pero ya tienen en sus manos las debilidades de los estados en cuestiones de manejo de la crisis sanitaria.
Este grupo especialmente le ha prestado atención a cómo los países por un problema de seguridad nacional, han destinado a sus efectivos militares a la vigilancia interior, no prestándole la debida atención a las misiones militares fuera del país.
Por otra parte, Al Qaeda aprovecha para intentar captar nuevos adeptos para su causa en el "mundo occidental". "Vuestros gobiernos y ejércitos están indefensos y confundidos" ante este "soldado invisible" obra del "poder de Alá", subraya el grupo terrorista, que incide en que la globalización ha traído consigo el que "si alguien estornuda en China, quienes están en Nueva York sufren las consecuencias".[9]
“…desde ambas organizaciones terroristas se hace hincapié en rentabilizar “el actual derrotismo de buena parte de la sociedad y aprovechar el abatimiento psicológico” de la gente, incapaz por el momento de encontrar explicaciones a lo ocurrido”. [10]
La probabilidad de que una organización terrorista logre preparar y ejecutar un ataque bioterrorista de este tipo, en estos momentos es baja, pero su potencial puede depender de tres elementos postpandémicos: la rapidez de renovación de las organizaciones terrorista, la revitalización de las economías principales del mundo y el alcance de las posibilidades de poseer las potencialidades para ejecutar por las organizaciones terroristas un golpe bioterrorista en la segunda o tercera ola postpandemia.
En estos días circulan algunos artículos sobre la posibilidad de la aplicación de un nuevo plan Marshall[11], dada la destrucción que está ocasionando la COVID-19, cuestión completamente errónea. El contexto histórico no es el mismo y además prácticamente los países más desarrollados del mundo sufren fuertemente esta pandemia y si le sumamos la falta de una solidaridad verdadera, no hay como ofrecerse mutuamente apoyo.
El propio Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha alertado que los países invierten más en proteger la población de los ataques terroristas y no para frenar y eliminar un virus, que muchas veces son mas mortales y dañinos desde el punto de vista económico y social. En el caso específico de este coronavirus su letalidad impresiona como si se tratara de un ataque bioterrorista.
Los impactos del COVID 19 están en sus comienzos. De forma unilateral el presidente de los EUA toma la decisión de detener el financiamiento a la OMS y al mismo tiempo golpea a países en vías de desarrollo con sanciones, por lo que al paso que va el comportamiento del egoísmo entre los gobiernos pueden esperarse resultados apocalípticos regionales y nacionales y un cambio brusco de practicar las relaciones internacionales, entonces se podrían unir los efectos del COVID19 con los resultados de la práctica del terrorismo de Estado.
El significado del pánico inducido desde dentro a la propia población, cuestión que ha sido significativa en varios países, nos lleva a preguntarnos ¿Estaremos ante una nueva modalidad de terrorismo?
El fenómeno de la “infodemia”, constituye otro aspecto relevante en este sentido. Está demostrado que el exceso de información provoca diferentes estados de ánimos, estrés, estados de ansiedad y hasta pánico puede suscitar. ¿A dónde nos lleva este fenómeno? La práctica de los excesos informativos, ha conllevado a confundir a los ciudadanos.
Cuando la Nueva Ruta de la Seda se hacía realidad en casi todas las regiones del mundo y Europa cada día se unía más a esta estrategia del gigante asiático, llegó el nuevo coronavirus a crear un futuro incierto. Sin embargo, desde China se ha desplegado la Ruta de la Seda Sanitaria asistiendo a los países donde la pandemia ha sido más fuerte, a pesar de las críticas llegadas de los grandes centros de poder que denuncian la colaboración como “diplomacia de las mascarillas” en un intento de China por relanzar su proyecto y sacar ventaja de la difícil situación mundial, apostando por un plan de reconstrucción de imagen.
Sin embargo, ante la ausencia de la OTAN y de la propia Unión Europea, es probable entonces que, en el proceso de recuperación, países gravemente afectados ahora, como España o Italia se conviertan en “puertas” seguras para el gigante asiático, para retomar el circuito comercial esencial para la operación más difícil, que será la recuperación de los mercados económicos y de trabajo, independientemente de posturas antichinas en este continente.
Conclusiones
La COVID 19 es una pandemia que no ha presentado toda su magnitud. Todos los días se habla de mutaciones, de personas asintomáticas que la portan y la trasmiten, más la irresponsabilidad de algunos gobiernos de imponer el mercado por encima de la salud de las personas y las insuficiencias en la organización de los servicios médicos de países altamente desarrollados.
La aparición polémica e ignota de cómo y por qué, no descarta ninguna opción incluyendo, la terrorista en su más amplio y elevado nivel estatal. Las teorías de las conspiraciones se mueven hoy día, aunque no queramos. La vida nos mostrará las verdaderas causas, intenciones, y lo que es peor, las manipulaciones en torno a este fenómeno. No se debe acusar, pero tampoco se debe desechar; el terrorismo también es un flagelo convertido en “pandemia” política que no ha terminado y se mantiene en el sistema de las relaciones internacionales con otros rostros, mucho más sutiles, que ponen de manifiesto cada día nuevas modalidades de terrorismo de estado, aunque muchos no lo quieran reconocer. Digamos que el terrorismo se ha naturalizado en muchos casos como política, si se entiende por él infundir terror, pánico, y los matices en tal sentido son muchos y variados, desde los más elementales hasta los más sutiles.
No es un nuevo concepto inventado sino demostrado que ha sido más terror y pánico, que unidad mundial el que ha prevalecido en este contexto, evidenciando la incapacidad de gestión de munchas instituciones frente a la crisis sanitaria.
Las organizaciones terroristas que hoy se perfilan en bajo perfil se encuentran al acecho, se reorganizan, se preparan, esperarán quizás a quien les financie las acciones y donde, pero si han aprendido que no estamos listo como sociedad mundial para enfrentar un ataque bioterrorista de cualquier nivel. Solo depende de los gobiernos rectificar para que esas acciones no se repitan.
La época de la postpandemia no ha llegado, ¿el mundo será diferente?, hoy se polemiza que el capitalismo será el mismo, otros piensan diferente, ¿las relaciones internacionales cambiarán?, quizás hacia menos globalización, las hegemonías se desplazarán, el neoliberalismo tendrá otro rostro o desaparecerá, pasando, quizás a darle más valor al Estado o implosionarán algunos sistemas.